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domingo, 2 de octubre de 2011

Ciudadano




No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizá sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.

No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.

Conozco bien las piedras de andar, la vista gacha;
recojo los cigarros que pueblan las cunetas
agradeciendo todo en mis andanzas
de oscuros pies de barro y de madera.

Si yo fuera un cantor como soñaba,
me iría por el mundo cantando mis desdichas
para vivir del canto mío y que me escucharan
los que sueñan con una risa limpia.

Pero no tengo voz, ni pañuelo, ni amante;
no sé por qué me vuelvo amigo de los perros
cuando soy un transeúnte de la tarde
sin saber por qué vivo y por qué muero.



Primavera



Hoy pienso en el amor, siento la Vida
Bullendo en torno a mí. En cada arbusto
revelase, palpita enardecida
con lascivias y mimos de querida
y yo la miro así triste y adusto.

Las magnolias entreábrense incitantes
Con senos desnudos
En que ponen luciolas palpitantes,
Con raudos vuelos
Y fugaces nudos,
Sus collares nocturnos de diamantes.

En la mórbida tez de los jazmines
columpiase el moscón con peto con oro
y un pájaro canoro,
oculto en el verdor de los jardines,
tañe su flauta de cristal sonoro.

En un añoso tronco que supura
su látex mate como cera vieja,
labra su miel oscura
el blondo reino de una rubia abeja.

De un árbol milenario hasta a una rama,
de una pareja de bayás que se ama,
cuelga el hermoso nido,
cual canasto de bodas

Pasan volando claras mariposas,
Como fuga de rosas.
Se ve, al tiempo que el ave curruquea
un idilio rastrero de escarabajo;
se juntan los de arriba y los de abajo.

Es la vida que crece
En el amor abyecto
Y en el amor que sube;
En el rápido acoplo del insecto
Y en el alzado ensueño de la nube.

Y pienso en el amor. Cruje el follaje
y murmura mil cosas a mi oído
como la fimbria del fular de un traje;
voy cerrando los ojos, adormido,
con la modorra de un deliquio ardiente
y un rostro de mujer que se destaca
sobre fondo de gris... mientras la hamaca
oscila lentamente.