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jueves, 8 de septiembre de 2011

La Carta


He encontrado la casa
donde te llevaré a vivir. Es grande,
como las casas viejas. Tiene altos
los techos y en el suelo,
de tarima de enebro, duerme siempre
un rumor de hojas secas
que los pasos avivan. A los ocres
de las paredes nada ya parece
retenerles aquí. Igual que frágiles
pétalos, largo tiempo olvidados
en un libro, amarillean todos.
Entre rejas, trenzado,
un rosal sin podar.
En el jardín pequeño, una fuente
y un fauno. Y me dicen
que también unos mirlos.
Cuando en los meses fríos de otoño,
al escuchar sus silbos
cobren vida tus ojos, en el verde
del agua miraré contigo
cómo mueren los días.
Cómo se vuelve polvo en los muebles
oscuros tu silencio
que azotará la lluvia
allí donde te encuentres.


Silvia en el prado

Cuando Silvia al prado
sale a divertir,
el campo se alegra
al verla salir.

Jilguerillo hermoso,
bello Colorín,
dulce Filomena,
desde un alhelí
le cantan la salva
con pico sutil,
juzgándola Aurora
al verla salir.

El prado se cubre
de hermoso matiz,
sus cálices abren
florecillas mil,
y el albo pie besan
la rosa y jazmín
a mi pastorcilla
al verla salir.

Si son tan dichosos
que van por allí,
los mis corderillos
van a recibir,
y triscan alegres
indicando así
el gozo que tienen
al verla salir.

Al mismo Amor niño
una tarde vi,
que el arco y las flechas
arrojó de sí,
y se fue corriendo
con mi bien a unir,
creyéndola Venus
al verla salir.