Ya tengo la maleta, una maleta grande, de madera: la que mi abuelo se llevó a La Habana, mi padre a Venezuela. La tengo preparada: cuatro fotos, una escudilla blanca, una batea, un libro de Galdós y una camisa casi nueva. La tengo ya cerrada y rodeándola un hilo de pitera. Ha servido de todo. Como banco de viajar en cubierta, y como mesa y, si me apuran mucho, como ataúd me han de enterrar en ella. Yo no sé dónde voy a echar raíces. Ya las eché en la aldea. Dejé el arado y el cuchillo grande, las cuatro fanegadas de la vieja... - La hostelería es buena, me dijeron. Y cogí la bandeja.- Si señor, no señor, lo que usted mande, servida está la mesa... Yo por vivir entre los míos hago lo que sea. Vi a las mujeres pálidas del norte arrebatarse como hogueras y llevarse las caras como platos de mojo con morena, tanto que aquí no dejan ni rubor para tener vergüenza... Vi vender nuestras costas en negocios que no hay quién los entienda: vendía un alemán, compraba un sueco, ¡y lo que se vendía era mi tierra! Pero no importa, me quedé plantado. Aquí nací, de aquí nadie me echa. (Hasta que el otro día lo he sabido, y he hecho de nuevo la maleta.) He sabido que pronto van a venir de afuera técnicos de alambrar los horizontes, de encadenar la arena, de hacer nidos de muerte en nuestras fincas, de emponzoñar el aire y la marea, de cambiar nuestros timples por tambores, las isas por arengas, las palabras de amor por ultimátums, por tumbas las acequias... Si se instalan los técnicos del odio sobre nuestras laderas, los niños africanos, desvelados bajo la lona de sus tiendas, mirarán con horror las siete islas, no como siete estrellas, sino como las siete plagas bíblicas, las siete calaveras desde donde su muerte, y nuestra muerte, indefectiblemente se proyectan. Yo por mi partecojo la maleta. La maleta que el viejo se llevó a las Américas en un barquillo de dos proas, ¡Qué valientes barquillas atuneras! Tienen dos proas, una a cada lado, para que nunca retrocedan. Vayan a donde vayan siempre avanzan. ¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela! Y yo...voy a marcharme, reculando. Voy a dejar que crezca sobre esta tierra mía toda la mala hierba. Voy a volver la espalda al forastero que vendrá con sus máquinas de guerra para ensuciar de herrumbre las auroras, de miedo las conciencias... Pensándolo mejor, voy a sacarde la vieja maleta el libro, la escudilla, la camisa, la batea,voy a pintar y a barnizar de nuevo su gastada madera, voy a quitarle el hilo y a ponerle la cerradura nueva. Y con ella vacíame acercaré a la Isleta, y al primer forastero de la muerte que llegue a pisar tierra se la regalo, para siempre suya, y que la use y nunca la devuelva. ¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria! Ellos, ellos,que cojan ellos la maleta. Los invasores de la paz canaria que cojan la maleta. Los que venden la tierra que no es suya que cojan la maleta. Los que ponen la muerte en el futuro que cojan la maleta¡ Que cojan la maleta, que cojan para siempre la maleta! |
lunes, 15 de agosto de 2011
LA MALETA
domingo, 14 de agosto de 2011
EL MAR LAS SIRENAS Y YO
¡Cómo se refleja la luna en las aguas!
¡Qué bello paisaje en la oscuridad,
Parece una mar de plata,
da a mí vida una profunda claridad.
Pienso en el tiempo perdido,
Allá en la lejanía el océano está tranquilo,
noto que despierta mí corazón dormido.
Santander del alma mía,
siempre contigo sueño
ya sea de noche o de día,
cuando lejos estoy de ti
sigues siendo mí dueño.
Tu calmas mis inquietudes,
das energía a mí ser,
que suspira continuamente
con verte de nuevo otra vez.
Cuando lejos estoy de ti,
todo es cotidiano y duro,
tengo siempre la esperanza de volver
y ver el baile de tus verdes aguas,
esas olas que forman
el manto blanco sobre las rocas.
La leyenda de las SIRENAS
a lo largo de los siglos,
han fascinado a los hombres del mar,
que por oír sus dulces cantos,
a sus brazos querían llegar.
La belleza de las melodías,
las voces en su cantar,
atraían al ser humano
que por acercarse
eran capaces de naufragar.
Santander ejerce en mí,
lo que las SIRENAS al navegante,
por estar cerca de ellas,
son capaces de extraviarse,
para recibir los abrazos del más puro amor,
cobijándose bajos sus brazos.
Hay autores de la antigüedad que dicen
que nunca fue pez, sino ave,
da igual lo que escribieran,
los pescadores darían la vida
por encontrarse con su SIRENA.
Ninfas marinas, con busto de mujer,
cuerpo de pez o de ave,
dicen que os afincáis en los riscos
liberando vuestro canto embriagador
esta noche yo os ruego,
y a orillas del mar espero.
Hijas de Nereo y Dórides,
Nereidas de la mitología clásica,
Sirenas o no,
venid y optad por llevarme,
a ese reino oculto.
¡Dadme la sabiduría de nunca irme!
es un modo de quedarme para siempre
en mí querida Santander,
y no tener que pensar nunca en volver!
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