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jueves, 29 de septiembre de 2011

La Carta




  
La carta que te escribo merece la palidez de tu rubor.
Entre líneas
hallarás la piel de mi voz.

Al borde de tus párpados encendidos
residirán por un momento
mis proposiciones.

Tus ojos,
gratos gatos roedores de mi mensaje,
encontrarán
en la multitud de letras
fallas geológicas amatorias
por donde se puedan filtrar
terrenales congojas,
a las que no deberás temer.

Pero lee esta carta
antes que amanezca,
no sea que el sol
borre los destellos de la tinta,
el flujo de mis sueños
absorbidos
en la celulosa fibra del papel.

No sea que sus amorosas frases
se desangren en la página.

Léela ahora,
viaja desde tu cama
o desde el sitio donde estés
a través de su literatura
pues en ella encontrarás
alfombras mágicas,
encantadores de serpientes,
pájaros
picoteando peras
y peces voladores
trasegando sirenas.

Léela.

Escudríñala.

Descifra el volumen
de sus dulces anotaciones.

Léela al revés y al derecho,
y cuando la termines
cierra los ojos
para que mis palpitaciones
descansen
en
paz.



  







El amor





Ella duerme despacio
con un lento galope de gacelas
reclinado en su frente. Es hermosa
como una fruta fresca, como un ágata,
como un tallado capitel. Escucho
la lejana andadura de sus párpados,
el navegar inmóvil de su olvido,
su exacta placidez de hierbabuena.
Una fragancia leve
de ocultos hontanares
me descubre su cuerpo, esa clara campiña
de juncos y laúdes
donde mis labios posan su algarada
fluvial, perseguidora. No hay distancia
más corta hacia la llama
ni amanecer más puro. Se adivina
una alquimia voraz, un burbujeo
debajo de su piel,
como una permanente sembradura
de vides y crisoles.

Y sin embargo, el tiempo
maneja oscuramente sus cinceles,
su taladro tenaz:
Yo sé que el triunfo
será suyo, que nada puede huir
de su terca presencia.
Y sin quererlo, veo
la yedra recubriendo los alcores
de sus pechos, su boca desolada,
abatida y sumisa su cintura,
arrasado su vientre luminoso,
y un surtidor de hielo
sobre esa isla bruna que ahora emerge
feraz y retadora
sobre su mar de ópalos ardidos.
Pero ella duerme, cálida y ajena,
albergada de espumas.
La contemplo
serena mi palabra, confiado:
porque jamás el tiempo
derrocará su sueño,
y seguirá su frente con un lento
galope de gacelas,
por el amor salvada, redimida.





Hojas secas..




Tú despertaste el alma descreída
Del pobre que tranquilo y sin ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de amargura.
Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la parca
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el primer monarca.
Pero te amé; que a tu capricho plugo
ennegrecer mi detestable historia...
quien nació con entrañas de verdugo
sólo dando tormento encuentra gloria.
Antes de que te amara con delirio
viví con mis pesares resignado;
hoy mi vida es de sombra y de martirio;
hoy sufro lo que sufre un condenado.

Perdió la fe mi vida pesarosa;
sólo hay abismos a mis pies abiertos...
quiero morir... ¡feliz el que reposa
en el húmedo lecho de los muertos!...
Nacer, crecer, morir. He aquí el destino
de cuanto el orbe desgraciado encierra;
¿qué importa si al fin de mi camino
voy a aumentar el polvo de la tierra?
¿Y qué la tempestad? ¿Qué la bonanza?
¿Ni qué importa mi futuro incierto,
si ha muerto el corazón, y la esperanza
dentro del corazón también ha muerto?...
¿Sabes por qué te amé?... Creí que el destino
te condenaba como a mí, al quebranto,
y ebrio de amor, inmaterial, divino.
quise mezclar mi llanto con tu llanto.
¡Ah!... ¡coqueta!... ¡coqueta!... yo veía
en ti de la virtud excelsa palma...
¿ignoras que la vil coquetería
es el infame lupanar del alma?
Di, ¡por piedad! ¿qué males te he causado?
¡Por qué me haces sufrir?... Alma de roble,
buscar el corazón de un desgraciado
para jugar con él, eso es... ¡innoble!
¿Me hiciste renacer al sentimiento
para burlarte de mi ardiente llama?...
Te amo hasta el odio, y, al odiarte siento
que más y más el corazón te ama.
Fuiste mi fe, mi redención, mi arcángel,
te idolatró mi corazón rendido.
con la natura mística del ángel,
con el vigor de Lucifer caído,
Que tengo un alma ardiente y desgraciada
alma que mucho por amar padece;
no sé si es miserable o elevada,
sólo sé que a ninguna se parece.
Alma infeliz, do siempre se encontraron
el bien y el mal en batallar eterno;
alma que Dios y Satanás forjaron
con luz de gloria y lumbre del infierno.
Esta alma es la mitad de un alma errante,
que en mis sueños febriles reproduzco,
y esa mitad que busco delirante,
nunca la encontraré: pero... ¡la busco!
Soy viejo ya, mi vida se derrumba
y sueño aún con plácidos amores,
que en vez del corazón llevo una tumba,
y los sepulcros necesitan flores.
Te creí la mitad de mi ser mismo;
pero eres la expiación, y me parece
ver en tu faz un atrayente abismo,
lleno de luz que ciega y desvanece.
No eres mujer, porque la mente loca
te ve como faceta de brillante
eres vapor que embriaga y que sofoca.
aérea visión, espíritu quemante.
Yo que lucho soberbio con la suerte;
y que luchar con el demonio puedo,
siento latir mi corazón al verte...
ya no quiero tu amor... me causas miedo.
Tú me dejas, mujer, eterno luto;
pero mi amor ardiente necesito
arrancar de raíz; porque su fruto
es fruto de dolor, fruto maldito.
Quiero a los ojos arrancar la venda,
quiero volver a mi perdida calma,
quiero arrancar mi amor, aunque comprenda
que al arrancar mi amor, me arranque el alma.



  





miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mariposa de oro





Sobre el lago, hacia el azul
se eleva la mariposa;
oro brillante sus alas
reverberan con el sol.

Se copia en las aguas verdes
De la orilla, cavilando
Y, al despertar, tenue, agita
Cuernitos de filigrana.

Mariposa, sigue en vuelo!
O quieto oro,
Pensativa quédate!

En el totoral liviano
jugando la mariposa
igual que flor de caléndula
pétalo trémulo va.

De aquí para allí traviesa
Como una pluma dorada
Va perdiéndose en el aire.

¡Ay mariposa amarilla,
ya huyes, ya te me acercas!
También en el corazón
se acumulan los anhelos,
y hacia el puro azul del cielo
sube su entrañable brillo.

De todas las penas juntas
escondidas en el río
con su frágil aleteo
hace surgir la alegría.

Mariposa leve y breve,
sea tu vida perenne
y perenne tu alumbrar.



  



A la estrella de la tarde



Clara estrella de la tarde
de límpido cintilar,
en el cielo y en el alma
se enciende tu luz de plata.

Cuando el trabajo termina
Tu das alivio a la vida,
Y a negra noche que asoma
Suavizas con tu blancura.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!

En esta existencia mísera
todo termina de prisa;
pero tu brillar eterno
a las noches se vacía.

Sólo al mirarte, en el alma
se vierte tu luz; y dentro,
como en lago transparente,
se refleja otro Universo.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!

Bella estrella de la tarde
que alegraste a los abuelos,
desde los oscuros tiempos
antorcha de blanco fuego.

Y después será lo mismo
para los hombres que vengan:
con tu luz de plata en polvo
vas a embellecer la vida.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!







Si ya no vienes



Si ya no vienes, ¿ para qué te aguardo?
Y si te aguardo, di por qué no vienes,
verde y lozana zarza que mantienes
sin consumirte el fuego donde ardo.

Cuánto tardas, amor, y cuánto tardo
en rescindir los extinguidos bienes.
Ya quién me salve no lo sé, ni quienes
clavan el alma dardo sobre dardo.

A la mañana, que se vuelve oscura,
sigue la noche, que se vuelve clara
a solas con tu sed, que hiere y cura.

No quisiera pensar si no pensara
que, privado que fui de tu hermosura,
me olvidara de mí si te olvidara.



domingo, 18 de septiembre de 2011

Si todo acabó ya.....




Si todo acabó ya, si había sonado
la queda y su reposo indiferente,
¿qué hogueras se conjuran de repente
para encenderme el pozo del pasado?

¿Qué es esta joven sed? ¿Qué extraviado
furor de savia crece en la simiente?
Si enmudecí definitivamente,
¿para quién canta un nido en mi costado?

¿Por qué cruzas, abril, mis arenales
talándome el recuerdo y su enramada,
aromando rosales sin renuevo?

¿Qué esperanza me colina los panales?
¿Qué me das a beber de madrugada,
destructor de promesas, amor nuevo?



Quizá el amor es simplemente esto


Quizá el amor es simplemente esto:
entregar una mano a otras dos manos,
olfatear una dorada nuca
y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.

El grito y el dolor se pierden, dejan
sólo las huellas de sus negros rebaños,
y nada más nos queda este presente eterno
de renovarse entre unos brazos

Maquina la frente tortuosos caminos
y el corazón con frecuencia se confunde,
mientras las manos, en su sencillo oficio,
torpes y humildes siempre aciertan.

En medio de la noche alza su queja
el desamado, y a las estrellas mezcla
en su triste destino.
Cuando exhausto baja los ojos, ve otros ojos
que infantiles se miran en los suyos.

Quizá el amor sea simplemente eso:
el gesto de acercarse y olvidarse.
Cada uno permanece siendo él mismo,
pero hay dos cuerpos que se funden.

Qué locura querer forzar un pecho
o una boca sellada.
Cerca del ofuscado, su caricia otro pecho exige,
otros labios, su beso,
su natural deleite otra criatura.

De madrugada, junto al frío,
el insomne contempla sus inusadas manos:
piensa orgulloso que todo allí termina;
por sus sienes las lágrimas resbalan...
Y sin embargo, el amor quizá sea sólo esto:
olvidarse del llanto, dar de beber con gozo
a la boca que nos da, gozosa, su agua;
resignarse a la paz inocente del tigre;
dormirse junto a un cuerpo que se duerme.






Es hora ya de levantar el vuelo




Es hora ya de levantar el vuelo,
corazón, dócil ave migratoria.
Se ha terminado tu presente historia,
y otra escribe sus trazos por el cielo.

No hay tiempo de sentir el desconsuelo;
sigue la vida, urgente y transitoria.
Muda la meta de tu trayectoria,
y rasga del mañana el hondo velo.

Si el sentimiento, más desobediente,
se niega al natural imperativo,
álzate tú, versátil y valiente.

Tu oficio es cotidiano y decisivo:
mientras alumbre el sol, serás ardiente;
mientras dure la vida, estarás vivo.


jueves, 15 de septiembre de 2011

No por amor





No por amor, no por tristeza,
no por lo nueva soledad:
porque he olvidado ya tus ojos
hoy tengo ganas de llorar.
Se va la vida deshaciendo
y renaciendo sin cesar:
la ola del mar que nos salpica
no sabemos si viene o va.
La mañana teje su manto
que la noche destejerá.
Al corazón nunca le importa
quién se fue sino quién vendrá.
Tú eres mi vida y yo sabía
que eras mi vida de verdad,
pero te fuiste y estoy vivo
y todo empieza una vez más.
Cuando llegaste estaba escrito
entre tus ojos el final.
Hoy he olvidado ya tus ojos
y tengo ganas de llorar.


Canción del bosque




El bosque que se acerca
es un bosque sin lluvia
y es un bosque de viento,
frío y muerto.

Su arena seca
nos encierra en el olvido.

Bosque de mugre y de tristeza.

Cada vez que lloramos
humedecemos la tierra.
La hierba que florece no sobrevive.

Comemos tierra.
Dormimos.
Observamos
el movimiento del bosque
bajo las estrellas.

El bosque que se acerca
es un desierto
donde duermen al sol, por las mañanas,
lagartijas e insectos.


Cancion


¡Oh ansias de mi pasión;
dolores que en venir juntos
habéis quebrado los puntos
de mi triste corazón!

Con dos prisiones nos ata
el amor cuando se enciende
hermosura es la que prende,
y la gracia es la que mata.
Ya mi alma está en pasión;
los miembros tengo difuntos
en ver dos contrarios juntos
contra un triste corazón.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

A veces el amor tiene caricias




A veces el amor tiene caricias
frías, como navajas de barbero.
Cierra los ojos. Das tu cuello entero
a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja
irisada de sedas en el raso
del bastidor: raso del lento ocaso
donde un cisne precoz se somorguja.

En general, adopta una manera
belicosa, de horcas y cuchillos,
de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera
con ojos tan serenos y sencillos
como un arroyo fresco en el verano.

Estoy aquí





y no encuentro la palabra justa.
Soy el mal poeta,
con la luna, el amor y la muerte
rodeándome de constelaciones.

Enfrente
pasa sojuzgado mi pueblo
-un grito en brazos.
Pasan clínicas de infertilidad
y condecoraciones internacionales,
y llegó a esta hora de mala poesía
de par en par cerrada,
el tiempo justo para mezclarme
a vírgenes titulares, arcángeles
campesinos, máscaras ceremoniales.
Yo que me pierdo en la sangre de todos:
yo, el mal poeta,
el fabricante de paraguas nocturnos
que ama el nombre de los ríos
y pelea contra la estatua ecuestre
de la mala poesía


Arte poética



Escribe sin descanso, con fe, cólera, envidia,
amor, ilusionadamente, sin esperanza.
Escribe como quien cierra ua puerta
de una a otra nada.

Estás vivo: te hiere el engaño de palabras técnicamente
reunidas, lloras por el pequeño hilo del manantial que pasa
olidándote. Júntalo en poesía.

-Alguien cae.

Lo esperan privaciones, una muchacha, los días rigurosamente
/inciertos
Canta. Pon en su camino la poesía.

Y alguien pasa.

Cuando sueñas, lloras o bailas como un loco y el temor acecha,
te duele el tiempo perdido y llueve. Escribe entonces.

martes, 13 de septiembre de 2011

Saludo al amigo





No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.
(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probaría?
Puede más tu voz, como una herida que no tiene cura).
Para cuando vuelvas
-en un cuarto del mundo-
se encenderá otra vez la mesa
para reanudar la charla que dejamos inconclusa:
ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.
No falta mucho: al irte, no dijiste adios.

Serenidad

Amo la serenidad de ciertas horas,
polvo de eternidad,
taciturna belleza que hay en ciertas tardes
que duermen como niño en su cuna.

No hay símbolos,
sólo voces que suben a la ventana
y comentan su oficio de orfebrería,
de tierra removida bajo la semilla del cielo.
Bebo a pequeños sorbos la reiteración de la brisa
y siento pasar por mis dedos el tiempo,
como cuentas de un rosario.
Hasta que la noche
cae a mis pies como pájaro ciego.


Cuando muchacho






Cuando muchacho
me detenía a soñar
en el cuarto más oscuro de la casa
desde donde, los ruidos cotidianos,
se oían casi como una llovizna.
Ellos eran los únicos reales.
Yo lo sabía, pero igual soñaba.

Todos aspiramos a una porción de humo,
a un trozo de piel en donde guarecernos.

He aprendido mucho...
y sigo ignorando tantas cosas como entonces.

Ahora ya no soy yo,
me ha ganado el otro;
y aquél que fui
mira
a éste que soy
con extrañeza:
piensa que ni el gusto por los sueños le ha dejado


lunes, 12 de septiembre de 2011

Tu nombre



Voy perdiendo tu nombre
por caminos y plazas,
por cristales sin vidrios,
por resquicios
sin sol;
hace frío en mis ojos
—era hoguera tu nombre—,
y una lluvia de olvido,
sin querer,
lo apagó.
Todo lo era tu nombre:
los sabores, la fruta,
el color de la tarde,
la caricia,
la flor...
Sólo quedan dos letras
que tiritan, perdidas,
en desvanes sin dueño,
esperando
el adiós.


Pasiva refleja


Se ha de cruzar el puente
para alcanzar la orilla
donde la vida arde,
se ha de matar la sombra
con la espada del labio...
¡Y te nombro cobarde!

Se ha de cegar la noche
para alumbrar el alba
donde el amor se expande,
se ha de cubrir el llanto
con ternura infinita...
¡Y te nombro cobarde!

Se ha de mirar la vida,
para vencer la muerte,
con los ojos muy grandes,
con azules de cielo
y el asombro de un niño...
¡Y te nombro cobarde!

Se ha de tender la mano
con la sonrisa blanca
como el batir de un ave,
se ha de luchar de frente,
a corazón abierto...
¡Y me nombro cobarde!


La fuente del tiempo



A la espalda, el ocaso,
en los labios, estío,
la renuncia en los ojos,
y en las manos, el frío.

Una sed de infinito, de infinitos instantes
donde ya no haya noches, ni mañanas, ni antes.

En la fuente del tiempo
los recuerdos cantaban:
los deseos no mueren,
las pasiones se acaban.

Caracola ocarina de susurros remotos…
En la orilla se lavan los amores ya rotos.

En las olas que vienen
se encaraman empeños,
en las olas que marchan
juguetean los sueños.

Una sed que no cesa se ha colado en el alma,
y no tiene veneros, ni vasijas, ni calma.

Con la carne del trigo
se han dorado las eras,
y se van los otoños
a buscar primaveras.

Infinito el instante, infinito el anhelo.
En el alma se aloja una esquirla del cielo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Nos debe carta un sueño


Todavía recuerdo tu mirada fija
y no la entiendo, ni sé qué decir
de aquella primavera
sitiada por los besos.

A ti y a mí nos debe carta un sueño
de orillas rotas y una nube
descubierta en la travesía
infinita del olvido.

Todas las ciudades tienen
semáforos que se abren y se cierran;
son pequeños paréntesis
del rojo al verde (ni rojo de labios,
ni verde de selva),
pequeños paréntesis de espera.
Y esperamos
al borde de la calle, quietos,
como inexistentes, un segundo antes
de retomar el paso con un rencor anclado
en mitad del corazón.

Nos debe carta un sueño, te repito;
tú y yo
no nos debemos nada.





Distraída Felicidad


Es el vaivén cíe la ciudad
amigable escaparate
de una vida que parece lo que es;
suave roce de ricas telas,
delicioso goteo de sutiles aromas,
café, conversaciones, risas,
libros tan buenos que emocionan
a esos huéspedes contentos de una vida
que no parece lo que es;

horas malpagadas,
grisácea letanía de siempres
y de nuncas,
inalcanzables las cosas más cercanas,
para aquel
que lejos de sí mismo
y de todos
tiende la mano
a la distraída felicidad.


sábado, 10 de septiembre de 2011

Algunas tardes de domingo tienen los ojos tristes


Algunas tardes de domingo tienen
los ojos tristes.
Es como si en ellas
se hubiera detenido la vida para siempre.
Lirios azules, pensamientos,
silenciosa enredadera de las madreselvas;
las humildes flores de la estación tiemblan.
Un tren se pierde borroso en la lejanía
y es la imagen de un tiempo que no existe;
un cuadro, una inquietante eternidad.
Otro silba y pasa como el vértigo.
El universo se precipita en su abismo.
Pero los rostros de los viajeros
no se inmutan, todo parece irreal,
extrañas figuras
en un tren absurdo como la vida.
Y dan pena los campos, su verde esplendor
como dispuesto para algo, algo hermoso,
algo feliz. Da pena el verde solitario.
Y nadie sabe qué luz extraña se posa en las paredes.
Y nadie sabe 1o que busca en esas tardes,
ni la razón de su maniática tristeza.
Y nadie sabe por qué
le ahoga su corazón sin nadie.


Alguien recuerda como...


¿Alguien recuerda cómo se llamaba
la enredadera que se asomaba
por el hombro de la cerca
vigilando la calle
con fragancia de miel y de dulces
memorias?
Nadie olvida
la casa de la infancia
siempre clara y alta
y lo bastante amplia para todas
las historias.
Pero entre olvidos y remembranzas
¿quién recordará
la magia sencilla
de un buzón de correo?
Viejo hueco del muro
olor a humedad
ladrillo y misterio.
Arena por los lados
donde arañas tejen
y hormigas pasean
infinitamente ajenas
a la otra realidad:
este cofre que cada día
se llena y se vacía
de su propio secreto.


viernes, 9 de septiembre de 2011

San poeta labrador




Yo era poeta labrador.
Mi campo era amarillo y áspero.
Todos los días yo sudaba
y lloraba para ablandarlo.
Tras de los bueyes, lentos, firmes,
iba la reja de arado.
Mis surcos eran largos, hondos.
(Mis versos eran hondos, largos.)
Por el otoño lo sembraba
sin desmayar, año tras año.
Iba un puñado de belleza
por cada puñado de grano.
Y un puñadito de verdad.
(Esto sin que lo viera el amo.)
Año tras año lo segaba
bajo los fuegos del verano:
de hambre y dolor era la siega,
de hambre y de dolor y desengaño.

Por san poeta labrador,
a mediados del mes de mayo,
cuando en la Iglesia Catedral
arden las velas del milagro,
me arrodillé sobre la piedra
antes de que cantara el gallo
y estuve así, reza que reza,
la frente humilde, en cruz los brazos.
A Dios el Padre, a Dios el Hijo
y a Dios el Espíritu Santo,
con toda urgencia les pedía
que nos echaran una mano.
Pedía por todos los buenos,
por los que dicen que son malos.
Por los sordos con buen oído,
y por los ciegos de ojos sanos.
Por los soldaditos de plomo
y por el plomo de los soldados.
Por los de estómago vacío
y por los curados de espanto.
Por los niños del culo al aire
y por las niñas de ojos pasmados.
Por las madres de pechos secos
y por los abuelos borrachos.
Por los caídos en la nieve,
por los quemados del verano,
por los que duermen en la cárcel,
por los que velan en el páramo,
por los que gritan a los vientos,
por los que callan asustados,
por los que tienen sed y esperan
y por los desesperanzados.
Ardientemente, largas horas
estuve así pidiendo, orando.

Con las rodillas desolladas,
sabor a incienso en mis labios,
yo, San Poeta Labrador,
cuando ya el Sol estaba en alto,
salí en el nombre de Dios Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo,
con ojos anchos de esperanza,
salí al encuentro del milagro.
(Angeles a la tarea
sobre mi tierra arando, arando.
Bajo la sombra de sus alas,
altas espigas, rubio grano.
Pan de justicia para todos.
Amor y paz desenterrados.)

Miré.Miré. Los ángeles no estaban.
Inmóviles los bueyes, solo el campo.

Dejé secar la sangre en mis rodillas.
Miré de frente y empuñe el arado.






Libertad





Crecieron así seres de manos atadas.



A tiros nos dijeron: cruz y raya.
En cruz estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.

Si observas la conducta conveniente,
podrás decir palabras permitidas:
invierno, luz, hispanidad, sombrero.
(Si se te cae la lengua de vergüenza,
te cuelgas un cartel que diga "mudo",
tiendes la mano y juntas calderilla.)

Si calzas los zapatos según norma,
también podrás cruzar a la otra acera
buscando el sol o un techo que te abrigue.

Pagando tus impuestos puntualmente,
podrás ir al taller o a la oficina,
quemarte las pestañas y las uñas,
partirte el pecho y alcanzar la gloria.

También tendrás honestas diversiones.
El paso de un entierro, una película
de las debidamente autorizadas,
fútbol del bueno, un vaso de cerveza,
bonitas emisiones en la radio
y misa por la tarde los domingos.

Pero no pienses "libertad", no digas,
no escribas "libertad", nunca consientas
que se te asome al blanco de los ojos,
ni exhale su olorcillo por tus ropas,
ni se te prenda a un rizo del cabello.

Y, sobre todo, amigo, al acostarte,
no escondas "libertad" bajo tu almohada
por ver si sueñas con mejores días.
No sea que una noche te incorpores
sonambulando "libertad", y olvides,
y salgas a gritarla por las calles,
descerrajando puertas y ventanas,
matando los serenos y los gatos,
rompiendo los faroles y las fuentes,
y el sueño de los justos, porque entonces,
punto final, hermano, y Dios te ayude.




Cuando nace un hombre






Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.

Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.

Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.

Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.

Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.

Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.

Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.

Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano.






jueves, 8 de septiembre de 2011

Vivir


Lleva el placer al dolor
y el dolor lleva al placer;
¡vivir no es más que correr
eternamente alrededor
de la esfinge del amor!

Esfinge de forma rara
que no deja ver la cara...;
mas yo la he visto en secreto,
y es la esfinge un esqueleto
y el amor en muerte para.


La Carta


He encontrado la casa
donde te llevaré a vivir. Es grande,
como las casas viejas. Tiene altos
los techos y en el suelo,
de tarima de enebro, duerme siempre
un rumor de hojas secas
que los pasos avivan. A los ocres
de las paredes nada ya parece
retenerles aquí. Igual que frágiles
pétalos, largo tiempo olvidados
en un libro, amarillean todos.
Entre rejas, trenzado,
un rosal sin podar.
En el jardín pequeño, una fuente
y un fauno. Y me dicen
que también unos mirlos.
Cuando en los meses fríos de otoño,
al escuchar sus silbos
cobren vida tus ojos, en el verde
del agua miraré contigo
cómo mueren los días.
Cómo se vuelve polvo en los muebles
oscuros tu silencio
que azotará la lluvia
allí donde te encuentres.


Silvia en el prado

Cuando Silvia al prado
sale a divertir,
el campo se alegra
al verla salir.

Jilguerillo hermoso,
bello Colorín,
dulce Filomena,
desde un alhelí
le cantan la salva
con pico sutil,
juzgándola Aurora
al verla salir.

El prado se cubre
de hermoso matiz,
sus cálices abren
florecillas mil,
y el albo pie besan
la rosa y jazmín
a mi pastorcilla
al verla salir.

Si son tan dichosos
que van por allí,
los mis corderillos
van a recibir,
y triscan alegres
indicando así
el gozo que tienen
al verla salir.

Al mismo Amor niño
una tarde vi,
que el arco y las flechas
arrojó de sí,
y se fue corriendo
con mi bien a unir,
creyéndola Venus
al verla salir.





miércoles, 7 de septiembre de 2011

Stefanía, 1999


Hablaba varios idiomas
polaco, español, lituano,
alemán, latín, inglés,
apenas pudimos decirnos algo
en todos estos años

hay un mesa entre nosotras
aquí sentamos todo lo que de ambas no sabemos

tengo un diccionario
hiszpansko-polski
una guía turística
de lugares que no sé pronunciar el nombre
ella está sentada
al borde de sus últimos silencios
y pienso en algo que pueda unirnos:
lo lejano que se siente
lo que no puede decirse, tal vez
o que a ninguna
nos hayan servido de nada las palabras

pero no encuentro nada para decirle
y ella guardó para sí lo impronunciable.

Ahora casi no habla
en ningún idioma
dice que todos los ha olvidado
dice que el dolor es en polaco
y todo lo demás sobrevivencias.


WHERE IS MY MAN



Nunca te tengo tanto como cuando te busco
sabiendo de antemano que no puedo encontrarte.
Sólo entonces consiento estar enamorada.
Sólo entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas de escaparates, laberintos de parques
o de espejos, pues corro tras de todo
lo que se te parece.
De continuo te acecho.
El alquitrán derrite su azabache,
es la calle movible taracea
de camisas y niquis, sus colores comparo
con el azul celeste o el verde malaquita
que por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa congoja si creo reconocerte
me hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo indicio que me conduzca a ti,
que te introduzca al ámbito donde sólo tu imagen
prevalece y te coincida y funda,
te acerque, te inaugure y para siempre estés.




Mar de Septiembre








Hoy el mar está solo,
como un enemigo insistente,
se acerca y chupa la arena,
malvadamente.

Como un ave de presa
las mojadas olas vigilan
los bordes metálicos de
un mar desconocido.

Protegiendo su profundidad,
extendiéndose su oscuridad,
como una amenaza,
sobre la arena
en forma
de un viento invisible.




martes, 6 de septiembre de 2011

Hazlo por mí


Tráeme rosas robadas de algún jardín, cualquiera,
pero que sean robadas.
Me gusta lo furtivo, lo oculto, lo callado.
Dicen que hay en la luna un rostro que no vemos.
Tráeme de allí las rosas,
allí crecen sin miedo.
Es suyo el infinito.




Assuán





El color de esta arena milenaria al sol
desafía la luz de los naranjos,
hace que nos sintamos
más cerca de los muertos saqueados,
de sus ritos.
El oeste es algo más que un punto en el espacio.
La rosa de los vientos no tiene sur,
el norte es sólo río para las falúas nubias.
Siempre quise sentarme a la orilla del Nilo
y ahora, ya futuro consumado,
busco un lugar al paso de sus aguas
donde dormir, sin temor, bajo el cielo.
No preguntéis por mí. Mi calle no figura
en el mapa del siglo que os contempla.
Qué angustioso sería volver de este viaje
hacia el origen largamente anhelado de la Historia.
Ya camino cubierta bajo el lino de Isis.
A la sombra del ficus sicomoro,
sueño la siesta dulce del verano infinito.


Sábado 17 de septiembre

Sábado 17 de septiembre, 1949
a las dos de la mañana: nací.
De ahí mis hábitos nocturnos
y el amor a los fines de semana.
Me clasificaron: nena? rosadito.
Boté el rosa hace mucho tiempo
y escogí el color que más me gusta,
que son todos.
Me acompañan tres hijos y dos perros:
lo que me queda de dos matrimonios.
Estudié porque no había remedio
afortunadamente lo he olvidado casi todo.

Tengo hígado, estómago, dos ovarios,
una matriz, corazón y cerebro, más accesorios
Todo funciona en orden, por lo tanto,
río, grito, insulto, lloro y hago el amor.

Y después lo cuento.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Antes de escribir el poema


Antes de escribir el poema,
con el lápiz en la mano
y el silencio hecho palabra,
me pregunto a quién demonios
interesa si este mar
ya no es azul ni si mi vida
de hoy es la que antes era.
Y si es lamento
o violín lo que suena
ahora en mi casa.
O a quién irán estos versos
y quién se aventurará conmigo
buscando esa luz inútil
que conduzca a una salida.
Éste es un viaje
sin más brújula que el viento
ni más compañía
que este miedo y esta noche.



Maniquí



Ostentosa bella glacial te exhiben
en los aparadores de las tiendas
tu mirada perdida en el vacío
tu cuerpo escultural

Tus tejidos firmes
la ropa muy cuidada
la sonrisa cuajada
siempre vas a la moda

Permaneces anclada
desvalida
te untan color en las mejillas
en los labios un poco de carmín

Cuando los especialistas
dictaminan
y desgarran tus vestiduras
los ves
indiferente

Ves pasar
los últimos días
de tu vida
en un triste rincón
de la basura.


Cana


Plateada solitaria tenaz
emerges por sorpresa
como estrella fugaz
en medio de la noche
intransigente y obcecada
remembrando las horas derramadas

Sedosa
hebra
invicta
primeriza
profética

De nada serviría revelarme
arrancarte con un tijeretazo
ocultarte dentro de mi pelambre

Estás allí altiva amenazante
deslizándote por mis sienes
victoriosa

Te observo
no tengo más alternativa
que peinarte.



domingo, 4 de septiembre de 2011

El hambre ocurre

el hambre
su alquimia pertinaz

transmutación violenta
en la costilla

tener un hombre vivo entre los dedos
tirárselo a la muerte

el hambre es una muerte
que se hace la olvidada
se demora

finge buscar su cita en la libreta

pero al final te toca
y es una brea
inarrancable

no deja cicatriz

o sustrae al más pequeño de la casa
lo convida
al baile helado

el hambre ocurre
esto lo escribo en Costa Rica
estamos en setiembre ochenta y cinco

pero resulta
la muerte aquí es católica apostólica
el sueño en que moramos no resiste
este grillete
así nadie comenta
el hambre queda en rasgo de mal gusto

la paz

aquí la paz se nutre con la sangre






Vida



Vida:
sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quien lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Desnudo de mujer


Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
«Desnudo de mujer», como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste.



jueves, 1 de septiembre de 2011

Romance de San Andrés



Se ha cubierto el San Andrés
de un amarillo amarillo,
a la luz del sol semejante
por lo encendido encendido.
A cada soplo del viento
—de diciembre frío frío—
se le caen las campanas
al San Andrés Florecido.

Del árbol de San Andrés
las flores se han ido ido,
navegando en la vereda
celeste de río río
¡campanas del San Andrés
del amarillo amarillo,
buscad luego un campanero
para alegrar el oído!

El árbol de San Andrés,
mientras camino camino,
me guía por las veredas
con su amarillo amarillo.
San Andrés de las Campanas
florecido florecido,
aún lejos de la patria
no te eché nunca en olvido.
San Andrés de las campanas;
San Andrés verde—amarillo.

Dame la mano, Antípoda...



Dame la mano, Antípoda. Tú, el hombre de ese lado;
yo, el hombre de este lado.
Pudiente o proletario, sencillo o complicado,
dame la mano.
Levanta la amarilla faz del arrozal chino
en que sudas tu pan diario; deja la mina,
apaga tu incensario, y en paz dame la mano.
Que importe poco el mandatario, el "leader",
la creencia, y se mi hermano.
Tu Buda, tu sol o tu confucio no son más
que un simbolismo de un Dios Unico y Mismo.
Dame la mano, Antípoda...
Si acaso te desangras en suelo coreano,
arroja tu fusil, clausura la trinchera, y en paz,
tú, del Sur, o tú del Norte, dame la mano.
Sin odios ni prejuicios tu mano de soldado
y mi mano ciudadana.
Yo sé que allá en la India tus hijos
mueren de hambre;
que en Africa del sur los blancos son los dioses;
que el hule en Micronesia revienta los transportes,
y que el diamante ciega los ojos de los hombres.
¡Y cómo me obsesiona pensar que tú, mi hermano,
bien puedes ser esclavo!
Dame la mano, Antípoda. Por todo lo que somos
–Por todo lo que callo– dame la mano.


Arco Iris


Hamaca de siete paños
en que se mece la brisa.

Listón que han puesto las nubes
colgando en la lejanía.

Banderola de señales;
semáforo sin esquinas.

Alada cuerda de seda
donde los pájaros brincan.

Alfabeto del color
con que se escriben los días.

Cartelón de propaganda
en que se anuncia anilina.

Viudo párpado del cielo
y divorciada pupila.

Iris, polícroma flor
sin aroma y sin espinas.

¡Siete lazos con que Dios
ata las Siete Cabritas!