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lunes, 27 de febrero de 2012

Mi buen amigo



Recordando a mi querido esposo en el 18 aniversario de su muerte.


Fernando ... mi buen amigo,
tus sueños viajan contigo
cuando la muerte te lleva
en noche de luna llena.


Maldito sea mil veces,
por no poder detener
el tiempo, que ha necesitado
tu enfermedad en vencer.


Segaron su vida intensa,
cuando todo dentro de él
reclamaba las vivencias
que empezaban a nacer.


Momento que el hombre siente
amar la vida otra vez,
al ver los seres queridos
que vuelan juntos con él.


Tiempos en que el corazón,
los sentidos, la pasión,
los comparte todos ellos
con la mujer que eligió.


Alma, sensibilidad y amor
repartido en esta vida
con su mujer y sus hijos
sin pedir compensación.


Hijos que no olvidarán
las caricias de niñez
y el orgullo que sintió
contemplándoles crecer.


Tengo en mi pecho recuerdos,
y también conversación,
cuando juntos nos contábamos
muchos días de ilusión.


Sábados de suave música
y ritmo en el corazón,
cuando tus brazos se cierran 
sobre tu único amor.


Luego toda la semana,
encontrábamos los dos,
la solución a problemas
afrontados con tesón.


Café, un vino, el cigarro
compartíamos los dos,
recordando que hace años
quizás fué un poco mejor.


Fernando... solo te pido, 
que me dejes compartir
un poco de la alegría
¡que yo he sentido...  en tí 1.


A Fernando  en el día de su muerte.


Fernando Vidiella. Castro






Por fortuna




Si perdiera la vista
¿Qué haría?

¿Será posible verlo todo
a través del recuerdo?

Tus gestos
esos mohines
coquetos y amorosos
que todavía me cautivan
¿Podré reproducirlos
recrearme con ellos
aun sin mis ojos?

¿Qué pasará con tu risa?
esa que además de labios y dientes
canto y melodía
es comisura irrepetible
rictus seductor

Por fortuna
para el sabor de tu cuerpo
para el gusto de tus humores
no necesito de mis ojos

La vida prenatal



Era el corazón de mi madre
Aquel tam tam de las tinieblas
Aquel temblor sobre mi cráneo
En las membranas de la tierra

(La lenta piragua materna
Un ritmo de espumas en viaje
Una seda de grandes aguas
Donde un suave trópico late)

Día y noche su ceremonia
-No había día ni había noche-
Sólo un hondo país de esponjas
Toda una tribu de tambores

El corazón de un solo orgánico
Un ronco sueño de tejidos
Yo era la magia y era el ídolo
En el fondo de las montañas

Aquel tambor donde golpeaban
Las galaxias y las mareas
Aquella sangre germinada
Por el vino de la Odisea

Vivir en un huevo de llamas
Mezclando la tierra y el cielo
Vivir en el centro del mundo
Sin rostro ni odio ni tiempo

Crecía antiguo en la dulzura
Con astrales ojos de musgo
Yo era un germen lleno de estrellas
Un poder oscuro y terrible

Tu corazón -¡oh madre mía!-
Resonaba como el océano
Batía sus alas salvajes
Su insaciable tambor de fuego

Yo te besaba en las entrañas
Yo me dormía entre tus sueños
En un país de rojas plumas
Era tu carne y tu destierro

El paraíso de tu sangre
La gran promesa de tus brazos
Oía al sol en su corriente:
Tu corazón lleno de pájaros

Aquel tambor de la aventura
Aquel tambor de luna viva
La tierra ardiendo con su grito
Una vida desconocida

Afuera todo era enemigo:
Las uñas las voces el frío
Los días las rosas las uvas
El viento la luz el olvido

domingo, 19 de febrero de 2012

Fiesta



Se presentó el río
acompañado de invitados inusuales
desconocidos
no venían en son de paz
bebieron
tragaron
dispusieron de todo lo que había
dejándonos
hambrientos sedientos
temerosos de esas fiestas
a las que arriban
sin aviso sin nuestro consentimiento
convidados
de palo de lodo
de piedra

Sin sentido






Hay días
en que salgo a buscarme
y no me encuentro
por ningún lado.
Si acaso logro verme
en alguna fuente clara
o detrás de la fachada
de un escaparate
resulta que es otro
el que me está mirando
como un reflejo.
Es cuando me doy cuenta
de que no me necesito ya.
Cuando las cosas
dejan de tener sentido.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Ideas




Fluyen en la mente
como peces
enfilando
hacia ignota carnada
y no se detienen
a respirar
ni cuando duermes
porque eres una máquina
perfecta
que sólo habrá de suspender
su ritmo
al final
de la última jornada.

Mi esperanza




En una frágil barquilla,
Vacilante mi esperanza,
No ve propicia mudanza,
Ni mira remota orilla,
Roto el mástil y la quilla
Sin remo y vela
Triste recela,
Que a cada paso
Halla un abismo;
Y a un tiempo mismo
Teme y sospecha, y sin consuelo va
Pues un desastre cruel presiente ya.

Desamparada y sin remo
Entre peligros se lanza,
Donde la vista no alcanza
Playa amiga, amigo extremo.
Vagando sin rumbo, temo
Que airado el cielo
Mi pena y duelo
Haga mayor,
Sin que mi amor
Vea propicio;
Y el sacrificio
Que a mi amada yo hiciera sin tardanza
¡Desaparezca también con mi esperanza!

domingo, 5 de febrero de 2012

Mar de la tarde



Lo que antes era fino concierto,
hoy es una sinfonía:
cobre de los intrumentos
en las cuerdas de oro del día.

La marcha heroica de la tarde
los sones del mar armonizan;
mas la batuta del sol desaparece
y la confución se inicia
los sonidos falsos de rocas-oboes
y apresuramiento en las olas flautistas.

Bajo el incendio de las nubes
el desorden se precipita,
y la vanguardia de las sombras
calla los cantos y rompe la lira.



Mar bajo la luna


Bajo la noche, de la nave 
han salido las mismas preguntas:
-¿Acaso sabemos hacia dónde vamos?
-¿Nos habremos equivocado de ruta?

Hace tiempo que dejamos la tierra,
y por el mar de la aventura
arribaremos esta noche
a la capital de la luna...







Vienes a mí



Vienes a mí, te acercas y te anuncias
con tan leve rumor, que mi reposo
no turbas, y es un canto milagroso
cada una de las frases que pronuncias.

Vienes a mí, no tiemblas, no vacilas,
y hay al mirarnos atracción tan fuerte,
que lo olvidamos todo, vida y muerte,
suspensos en la luz de tus pupilas.

Y mi vida penetras y te siento
tan cerca de mi propio pensamiento
y hay en la posesión tan honda calma,

que interrogo al misterio en que me abismo
si somos dos reflejos de un ser mismo,
la doble encarnación de un solo alma.







viernes, 3 de febrero de 2012

El madrigal de los ojos verdes




De verdes varios, tallada
en mil facetas, la huerta,
el bello paisaje amado
que nuestra dicha contempla.

Verde el agua en los regajos,
en el estanque, en la acequia;
verde el río que entre campos,
siempre verdes, zigzaguea.

Verde intenso en los labrados,
verde bronce en la arboleda,
verde el mar que allá, a lo lejos,
suavemente rumorea...

Verde, verde en el paisaje
y en tus ojos que contemplan
con sus vivas esmeraldas
la huerta lozana y bella,
y si es ella no se sabe
la que a tus ojos luz presta
o es la luz de tus pupilas
que en la huerta reverbera.

Mar pagano

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La voz del mar es un clamor de furia,
de paroxismo. En el temblor del agua,
con espasmos de amor y de lujuria,
tal vez un mito divinal se fragua.

Líquidas trallas baten los cantiles;
y es tan tremendo el ímpetu que azota
los peñascos austeros y seniles,
que su masa en esquirlas salta rota.

El sol es como un ascua. Es un glorioso
pastor; desde los cielos deslumbrantes,
guía un blanco rebaño milagroso
de magníficas olas espumantes.

Mar, ¿qué quieres? Acaso en esta ruda
contienda, en este rebramar sonoro,
va a surgir otra vez, blanca y desnuda,
de entre tus olas Afrodita de oro,

y esas torsiones ásperas, supremas,
son del nuevo prodigio las señales?
¿O quieres, de tu azul, fundir dos gemas
para sus claros ojos inmortales?

martes, 31 de enero de 2012

El desterrado




Todo lo llevas contigo,
tú, que nada tienes.
Lo que no te han de quitar
los reveses
porque es tuyo y sólo tuyo,
porque es íntimo y perenne,
y es raíz, es tallo, es hoja,
flor y fruto, aroma y jugo,
todo a la vez, para siempre.
No es recuerdo que subsiste
ni anhelo que permanece;
no es imagen que perdura,
ni ficción, ni sombra. En este
sentir tuyo y sólo tuyo,
nada se pierde:
lo pasado y lo abolido,
se halla, vivo y presente,
se hace materia en tu cuerpo,
carne en tu carne se vuelve,
carne de la carne tuya,
ser del ser que eres,
uno y todos entre tantos
que fueron, y son, y vienen,
hecho de patria y de ausencia,
tiempo eterno y hora breve,
de nativa desnudez
y adquiridos bienes.
De aquellos imperturbables
amaneceres
en que la luz de tu estancia
se adueñaba tenue
pintando vidrios y cuadros,
libros y muebles;
de aquellos días de afanes
o placeres,
de vacilación o estudio,
de tenso querer, de inerte
voluntad; de cuantos hilos
tu vida tejen,
no hay una urdimbre quebrada
ni un matiz más débil. ..
Nadie podrá desterrarte
de estos continentes
que son carne y tierra tuya:
don sin trueque,
conquista sin despojo,
prenda de vida sin muerte.
Nadie podrá desterrarte;
tierra fuiste, tierra fértil,
y serás tierra, y más tierra
cuando te entierren.
No desterrado, enterrado
serás tierra, polvo y germen.




Desolación

Imágenes de fantasía con movimiento (60 elementos)



Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras
y a los lobos hambrientos no respondí. Fue el hu-
racán, el amor o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi
vino. Nadie llamó. Los buhos silbaban en mis ven-
tanas.
Y ahora que las sombras me rondan, en vano digo:
regresa, peregrino; caliéntate a mi lumbre y be-
be de mi vino. Nadie responde...
Fuera, en el sendero, un grillo deshila una can-
ción sedienta...rueda una hoja seca.
Dentro, se apaga la lumbre y se derrama el vino.

lunes, 30 de enero de 2012

Como manda la ley



Al clausurar el sueño,
cuando cerré la carta
y volví a la rutina,
descolgué el corazón
para no recibir llamadas.

Me puse el rostro sereno,
eché al bolsillo las llaves,
los saludos y las gracias.

Con anteojos oscuros
me protegí contra la realidad quemante,
porque en el clima nuestro
hace daño mirar las cosas cara a cara;
produce irritación
y puede provocar lágrimas.

Tan sencillo este amor



Tan sencillo este amor,
tan luminoso,
y tú no aciertas nunca
a saber de verdad lo que me pasa.
Lo que me pasa, amor,
es que te quiero,
es que el aire se agrupa de corceles,
golondrinas de mar,
garzas azules.
Lo que te ocurre, amor,
es que eres tonto,
que mi amor se ha quedado flotando entre los brezos
y tú no aciertas nunca
a saber de verdad lo que me pasa.
Tú que lo sabes todo,
que todo lo adivinas y comprendes,
¡Qué tonto eres, amor!
¡Qué tonto eres!





Los domingos no llueve




Los domingos no llueve.
Me quedo como muerta detrás de los balcones
y espero de la tarde cualquier cosa distinta.
Pero no llegas nunca.
Te olvidas de mi pelo
y del vuelo ligero que emprende al contemplarte.
Mis costas se te pierden
y te olvidas del sur y de mi boca.
Te olvidas de la lumbre,
de la flor siempreviva
y del mar con naranjas.
Te olvidas de que existo
y que quizás te ame mejor que ningún día.

domingo, 29 de enero de 2012

Hoy quiero regresar



Hoy quiero regresar.
Tengo miedo al saber
que la higuera se va volviendo grana,
y al viejo nisperero le han crecido los gajos
hasta alcanzar la casa.

Hoy quiero regresar.
Cuando febrero se acerca, ya sin frío,
para recobrar aquel remolino de almendras
y tuneras.
Aquel olor salitre y miel de abeja
que se despeñaba, cuesta abajo,
por el camino de la ermita y los dragos.

Hoy quiero regresar
al muelle, las noraes, y la sirena de los barcos.
Regresar a ti,
al otro lado de los sueños,
por donde multiplicas
la ternura y los muertos.

El extranjero



Tú eres Aquiles, el hermoso perdedor,
el de la espada de hierro,
el de la radiante cabeza coronada,
el mejor.
La verdad que sí,
¡Oh dioses inmortales!
que eres realmente bello.
Y no me extraña en absoluto
que Helena perdiera el aliento

y su peplo de seda,
al verse frente a ti
arrojadas al mar sus sandalias de cuero.

Yo soy Tersites, el guerrero aplastado por tu brazo
y el peso brutal de tus caballos.
Yo soy el que te ama
en medio del fragor de las batallas,
mordido y ensangrentado por tus perros.



Soy yo




Amor,
soy yo quien maduró tu piel
y robó guirnaldas
para trenzar con ellas
tu cabello;
quien dibujó abiertas rosas
en tus alongadas mejillas
y arrancó trémulos gorjeos
en tu asentado silencio.

Soy yo quien, con andariegas manos,
aprendió la suavísima geografía
de tu costado;
quien inundó tu boca
con la húmeda caricia,
y el vino de la tarde
escanció en tus aposentos;
y te habitó de alondras.

Soy yo quien, como enredadera,
por las dóricas columnas
de tus diamantinos muslos
trepó enardecido
buscando tu inocencia.
Y se adentró en tu carne,
como aguijón doliente,
mordiendo tu cintura.

Amor,
soy yo quien a tu lado aguarda,
de tu vientre,
la lenta floración de la semilla.




 

jueves, 26 de enero de 2012

La luna entre mis manos




La luna que se derrama
anillos hace mis dedos
y en el fulgor de su lumbre
los deja presos.

Bajo la parra de los jazmines
miro mis manos
y entre encajes de sombras y hojas
se han transformado
porque la luna los pinta
de oro lunado.

Con la luz de la luna
me haré un vestido
que me vuelva nuevita,
delgada y rubia
y frotando mi anillo diré a la luna
que me mande al espejo
de la fortuna.

Aún tengo esperanzas de ese milagro
cuando de allí me miras
autorretrato,
ya que tienes la fecha medio borrada,
nada me dice el tiempo
y el tiempo es nada.




Presencia

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Tú vuelves
en la espuma del torrente,
cuando el sol
gira sus raíces al fondo de las aguas.

Tú vuelves
en las noches de niebla,
cuando la vida persiste junto a la ventana
en las gotas de llovizna.

Salpicada de ríos lejanos,
tú vienes
de la voz más antigua
de la tierra.
Y en los más anchos litorales
la voz del viento
recogió tu nombre.

Presencia de mar
en expresión de olvido,
hoy tuve entre mis manos
tu extraña sensación de vacío.

No sé si esta lluvia



No sé si esta lluvia

tiene tu nombre

o eres tú misma,

con tu tiempo de niebla,

rebotando en la sombra

que aún persiste

en tus pupilas. 


jueves, 19 de enero de 2012

Retrato de mujer triste




Te conocí de rojo,
terciopelo que un hombre deseaba acariciar.
¿Cuándo olvidaste los cordeles del verano?
—Pescabas peras pequeñas con la boca luego de arrojarlas al río
y el mundo era agua fresca—
Tenues abanicos te protegen
de los primeros peldaños que nunca pudiste inventar.
Ya no escuchas.
¿Cuándo fue el comienzo del retiro?
A veces cantas. Todos creen que estás.
Atraviesas el Océano 
acompañada de una esperanza trémula
que ya das por perdida.




Generaciones




A Clara


Ella escribe.
Da vueltas por la casa aplastada de palabras,
por las calles de transeúnte del tiempo,
por las sombras de ese otoño permanente, 
allí donde el sol sólo alborea en mañanas extrañas.
Generación tras generación nace la palabra.
Ella escribe, no puede hacer otra cosa. Escribe.
Escucha un sonido, ve una flor y la hace cuento y sabe que es extranjera
que siempre lo será, esté donde esté, vaya donde vaya,
es extranjera de sus propias palabras que se ordenan en la hoja
como se ordenaban sus juguetes infantiles a la hora de la siesta.




Carnaval




El carnaval explota en sus colores.
Un hombre baila con la muerte en el centro de la pista,
lleva en sus brazos un esqueleto y todos miran, ríen y sospechan.
Hay hombres que creen que el carnaval constituye algo así como la vida,
se disfrazan a diario,
disfrazan a sus mujeres.
Cuando intentan el desnudo
advierten que ya es tarde.

miércoles, 18 de enero de 2012

Aventura



No sé cómo viniste hasta mis manos 
a llenar las tinieblas de mi lecho,
y a juntar tus encantos con mi pecho
realizando las horas que gozamos.

Aventura perfecta que libamos
en un secreto, bajo el mismo lecho,
hasta llegar al goce satisfecho
y sin saber por qué nos encontramos.

Vibración de contacto sin historia;
un recuenrdo grabado en la memoria
ignorando con quién fue compartido;

porque llegaste al beso de la noche
calmaste mi pasión con tu derroche
y te fuiste dejándome dormido.



Las brujas



Siniestras, torvas, misteriosas brujas,
negros fantasmas de la medianoche,
¿qué estáis haciendo?
Macbeth

Como aves de rapiña que bajan con las garras abiertas
y se elevan de nuevo
con la rabia de llevarse
nada más que un puñado de polvo
pedazos de yerbas secas
así levantamos nuestras cabezas
las plumas sobre los ojos

Resbalamos de colina en colina como globos
tocando las ramas altas
y contemplamos cómo las ciudades antiguas
sólo dejaron sus ruinas

Nadie puede prohibirle a nuestras sombras que pasen
sobre las cosas que encuentran
sin tropezarlas
apenas dando con sus manchas
sobre las torres

Somos las brujas

Nos deslizamos en el fuego
que hemos levantado de las rocas

Nuestras plumas son duras y grises

Mientras movemos las enormes alas
acurrucadas en los follajes
quebrando sus ramas
comiendo de sus hojas
hablamos a las arenas que no tienen sitio
sino que ruedan
en las paredes blancas de la niebla

Volamos
las alas cerradas
sobre estos campos muertos
lluviosos.




   


El arlequín de Picasso



La ternura
de carne azul. Los ojos
dos gotas del Vacío,
concretas, implorantes
que cayeron,
vivieron en un rostro y se quedaron.

Aureola malva de tristeza tierna,
el desamparo añil.
Arriba hay una estrella plativerde
que se diluye entre la brisa dura,
violácea y táctil
de la compasión.
La estrella se diluye, mientras, alguien
se queda inmóvil, para siempre inmóvil
con gesto congelado.
No se atrevió por nunca
a salir a la danza,
preparado,
se heló el gesto: mira al absoluto.
Forman ángulo obtuso sus dos brazos.

Planas las manos sosas, una al viento
deja flotar maciza, mansa, mansa...
y la otra cae entera,
mas en lance
de cortés timidez torpe recoge
con el denso pulgar la Indecisión,
que es un bonete pardo, casi negro.
La mano iba a caer,
mas se suspende
en un incierto instante...
En su boca se anida en suave trazo
la tristeza soñada
en un extraño trance de prevenida.
¡Ay, su rostro alargado
sin máscara ni arranque,
sólo una bondad-pena!

Arlequín, hijo mío,
hijo mío el más querido.
El que no quise yo jamás tener.
Detrás de las cortinas de Infinito
te adivino y te quiero.
No lo sabes tú bien con qué coraje
te quiero, con qué brío.
Y te mando mis lágrimas de noche.
En alguna alta noche de elegida
rajo en vislumbres el techo, que oprime
de gravedad telúrica
mi pecho y te entreveo;
mis ojos llameantes
pegados a sutiles cerraduras
de puertas-cielos...
A veces logro verte.
Y hasta veo una gota
de estrella derretida,
que corre hacia tu boca dulcemente
y mi orgullo de madre se ilumina.
Hijo mío, el más querido,
el que no quise yo jamás tener.
¡Indefenso!, por siempre
escóndete, por siempre
entre las brumas de algún Infinito.

Bueno. ¡Hijo mío,
hasta cualquier noche!
Hasta la última noche,
que vendrás a buscarme de puntillas,
para no herir del todo
mi última soledad, yo bien conozco
el arrebato de tu delicadeza.




miércoles, 11 de enero de 2012

Comer sirena



Que no le sirvan otra cosa,
no foca, no cazón, tonina,
tanto animal del agua.
A la sirena hay que pedirla con cabeza.

Más importante aun que el ajo,
el estragón, pimienta y sal;
antes de ponderar
el cuerpo que Alavesa
le otorga a sus riojas,
o hacer alto homenaje a la cosecha
85 de Burdeos,
hay que mirar de frente a la sirena;

acariciar su cara desvaída, 
limpiar de caracoles sus cabellos.

Primero que cerner
su cuerpo al infiernillo,
sin macerar siquiera, fresca todavía,
olerle el cuello,
deletrear a su oído la palabra percebe
y ver si resucita.

Si no responde sentirás el hambre.
Es el momento de cerrar sus ojos para siempre,
pedir que la retiren de la mesa
para dejarla en manos de pinche y cocinero.

Bon apétit
—de aperitivo oporto.




Saint-Jean de Luz



Las velas de las barcas

atadas a los mástiles

como vírgenes mártires

en la hoguera del día.



Transcurren desfallecidas,

estatuas de sal, exánimes,

ajenas a las sucesivas

voces de las suplicantes.



Invisible sobre las aguas,

por donde nadie parecía,

verbo puro, sin estampa,

el viento como un mesías



las toma entre sus brazos.

Impetuoso, las reanima,

como a nubes las hincha,

las colma de entusiasmo



y parte con ellas, de prisa

-¡oh hambre de ser!- cortando

en finas rajas de brisa

el pan fresco del espacio.








lunes, 9 de enero de 2012

Aquel tren




Yo era un niño

En el tren a Chihuahua
el paisaje era un frágil futuro
arenoso y sin gente

La paciencia
rodaba en el alma
con ruido de hierro

Un túnel oscuro veía mis temores
marcaba las líneas ocultas
del agrio destino

En una estación de madera
una niña desértica puso
sus ojos brillantes en mí

Yo supe al momento
que nunca podría
encontrarlos de nuevo

Yo era un niño

Miraba las vías
corriendo ligeras
hasta un sitio llamado horizonte
donde interrumpían su destino

Cuando niño
la tierra era plana
había trenes y sueños
y yo nunca había
perdido un amor
por no descender
en aquella estación
oportuno y puntual

Es melancolía




Te llamarás silencio en adelante.
Y el sitio que ocupabas en el aire
se llamará melancolía.

Escribiré en el vino rojo un nombre:
 tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.

Ahora miro largamente, absorto,
esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.

Esta mano lejana, de otro mundo
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.

Un día iré a buscarme, iré a buscar
mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.

Te llamarás silencio en adelante.
Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.

Azul de tí


Pensar en ti es azul, como ir vagando 
por un bosque dorado al mediodía: 
nacen jardines en el habla mía 
y con mis nubes por tus sueños ando. 

Nos une y nos separa un aire blando, 
una distancia de melancolía; 
yo alzo los brazos de mi poesía, 
azul de ti, dolido y esperando. 

Es como un horizonte de violines 
o un tibio sufrimiento de jazmines 
pensar en ti, de azul temperamento. 

El mundo se me vuelve cristalino, 
y te miro, entre lámpara de trino, 
azul domingo de mi pensamiento.

martes, 3 de enero de 2012

El poema




Primero fue el agua.
Mi madre me lavó entre esas cosas,
esos perfiles dulces de las cosas:
la margarita triste,
el perro adormecido que quería lamer,
el pensamiento de algo, ignoto todavía.
No sabía qué hacer con esas notas.
Me gustaba palpar el lomo de la tarde,
escribir las palabras hasta verlas brincar,
resquebrajar el libro, convertirse en la nada.
No sabía qué hacer entre las pompas.
No conocía versos, ignoraba a Petrarca
y entonces un soneto
era parte de Dios, o algún milagro.
Tenía una libreta en cuya azul cuadrícula
iba anotando todo.
Muchos años después reconocí el poema.

Quejas




¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción...
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!






La noche y mi dolor



El negro manto que la noche umbría 
tiende en el mundo, a descansar convida. 
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría 
cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama 
duerme soñando avaro en sus riquezas; 
duerme el guerrero y en su ensueño exclama: 
-soy invencible y grandes mis proezas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña 
y el marino tranquilo en su bajel;
a éste no altera la ambición ni saña; 
el mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura, 
duerme el ave en las ramas guarecida, 
duerme el reptil en su morada impura, 
como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento, la brisa silenciosa 
gime apenas las flores cariciando; 
todo entre sombras a la par reposa, 
aquí durmiendo, más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que tal vez un día 
al contemplar la luna misteriosa, 
exaltabas tu ardiente fantasía, 
derramando una lágrima amorosa,

duermes también tranquila y descansada 
cual marino calmada la tormenta,
así olvidando la inquietud pasada 
mientras tu amiga su dolor lamenta.

Déjame que hoy en soledad contemple 
de mi vida las flores deshojadas;
hoy no hay mentira que mi dolor temple, 
murieron ya mis fábulas soñadas.







lunes, 2 de enero de 2012

Anhelo



¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé 
allá en los años de mi edad primera? 
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé 
de blancas flores ... ? Todo fue quimera!

Hoy de mí misma nada me ha quedado, 
pasaron ya mis horas de ventura,
y sólo tengo un corazón llagado
y un alma ahogada en llanto y amargura.

¿Por qué tan pronto la ilusión pasé? 
¿Por qué en quebranto se trocó mi risa 
y mi sueño fugaz se disipó
cual leve nube al soplo de la brisa ...?

Vuelve a mis ojos óptica ilusión, 
vuelve, esperanza, a amenizar mi vida, 
vuelve, amistad, sublime inspiración ... 
yo quiero dicha aun cuando sea mentida.

Nostalgia del primer amor




Tu soledad de nieve reclinada,
virginal y sencilla, en mi memoria,
como agua fiel de fatigada noria
viene a regar mi voz enamorada.

¡Cómo recrea el alma sosegada
la penumbra y dulzor de aquella historia
con resplandores de tardía gloria
entre abejas y frutos constelada!

¡Oh, delicada llama, ardor primero
velado en llanto y celestial mirada,
par del trino, la fuente y la azucena!

Mírame combatido y prisionero
volver a tu ilusión breve y tronchada
como un temblor en la desierta arena.

Memoria




Y resbaló el amor estremecido
por las mudas orillas de tu ausencia.
La noche se hizo cuerpo de tu esencia
y el campo abierto se plegó vencido.

Un ayer de tus labios en mi oído,
una huella sonora, una cadencia,
hizo flor de latidos tu presencia
en el último borde del olvido.

Viniste sobre un aire de amapolas.
Como suspiros estallando rojos,
bajo el ardor de las estrellas plenas,

los labios avanzaron como olas.
Y sumiso en el sueño de tus ojos
murió el dolor en las floridas venas.