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jueves, 15 de enero de 2015

GERINELDOS, EL PAJE



Del color del lirio tiene Gerineldos 
dos grandes ojeras; 
del color del lirio, que dicen locuras 
de amor de la reina.

        Al llegar la tarde, 
        pobre pajecillo, 
        con labios de  rosa, 
        con ojos de idilio; 
        al llegar la noche, 
        junto a los macizos 
        de arrayanes, vaga, 
        cerca del castillo.

        Cerca del castillo, 
        vagar vagamente 
        la reina le ha visto. 
        De sedas cubierto, 
        sin armas al cinto, 
        con alma de nardo, 
        con talle de lirio.



miércoles, 14 de enero de 2015

ENTIERRO DE UN MONJE



Dejando la quietud de los sitiales,
en procesión de lívida gordura,
surgen del claustro, en la humedad oscura,
las blancas estameñas monacales.

Campanudos acentos funerales
estremecen la vieja arquitectura,
y el blanco vaho del alba se aventura
por las altas ventanas ojivales.

Despojos son no más, miseria inerte,
polvo que torna, en brazos de la muerte,
a devolver sus átomos al suelo:

que el blanco monje, de virtudes muestra,
rodeado de Santos, a la diestra
de Dios Nuestro Señor, está en el Cielo.

                Manuel Machado

martes, 13 de enero de 2015

CANTARES



Vino, sentimiento, guitarra y poesía, 
hacen los cantares de la patria mía... 
Cantares... 
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra, 
un mozo moreno rasguea la guitarra... 
Cantares... 
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora... 
Y el tiempo callado se va hora tras hora. 
Cantares... 
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida. 
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...

Cantares... 
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte; 
ojos negros, negros, y negra la suerte. 
Cantares... 
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares.  Cantares de la patria mía... 
Cantares son sólo los de Andalucía. 
Cantares... 
No tiene más notas la guitarra mía.
           
                         Manuel Machado

lunes, 12 de enero de 2015

ÉGLOGA VESPERTINA


De un sol que brilla y no arde
la última lumbre serena...
Una campana que suena
en el palor de la tarde...
De una ovejuela cobarde
el anheloso balar...
Y una moza del lugar
que oye charlar a la fuente,
con el pensamiento ausente
y el cántaro sin llenar.

La noche viene pausada
las mismas sendas borrando
por donde va dilatando
su fresca sombra callada...
La campiña y la enramada
los marjales y el vergel
cubre ya el negro mantel
que solo el alba les quita...
¡La noche viene, mocita!
¡La noche viene... y no él!

Torna la niña al aldea...
La fuente sigue charlando
y la muchacha escuchando
su corazón que golpea...
En la plaza cuchichea
al verla pasar, la gente.
Y ella cruza indiferente,
sonámbula muda y grave...
Pero ahora la moza sabe
lo que decía la fuente.

             Manuel Machado


viernes, 9 de enero de 2015

LA INFANTA MARGARITA



Como una flor clorótica el semblante,
que hábil pincel tiñó de leche y fresa,
emerge del pomposo guardainfante,
entre sus galas cortesanas presa.

La mano —ámbar de ensueño—, entre los tules
de la falda desmáyase y sostiene
el pañuelo riquísimo, que viene
de los ojos atónitos y azules.

Italia, Flandes, Portugal..., Poniente
sol de la gloria el último destello
en sus mejillas infantiles posa...

Y corona no más su augusta frente
la dorada ceniza del cabello,
que apenas prende el leve lazo rosa.

                            Manuel Machado


jueves, 8 de enero de 2015

CASTILLA



El ciego sol se estrella 
en las duras aristas de las armas, 
llaga de luz los petos y espaldares 
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga. 
Por la terrible estepa castellana, 
al destierro, con doce de los suyos, 
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo... 
Nadie responde.  Al pomo de la espada 
y al cuento de las picas, el postigo 
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes, 
de eco ronco, una voz pura, de plata 
y de cristal, responde... Hay una niña 
muy débil y muy blanca, 
en el umbral.  Es toda 
ojos azules; y en los ojos, lágrimas. 
Oro pálido nimba 
su carita curiosa y asustada.

«¡Buen Cid!  Pasad... El rey nos dará muerte, 
arruinará la casa 
y sembrará de sal el pobre campo 
que mi padre trabaja... 
Idos.  El Cielo os colme de venturas... 
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».

Calla la niña y llora sin gemido... 
Un sollozo infantil cruza la escuadra 
de feroces guerreros, 
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga. 
Por la terrible estepa castellana, 
al destierro, con doce de los suyos 
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

                                                                               Manuel Machado


miércoles, 7 de enero de 2015

LIRIO


Casi todo alma, 
vaga Gerineldos 
por esos jardines 
del rey, a lo lejos, 
junto a los macizos 
de arrayanes...

                                Besos 
de la reina dicen 
los morados cercos 
de sus ojos mustios, 
dos idilios muertos. 
Casi todo alma, 
se pierde en silencio, 
por el laberinto 
de arrayanes... ¡Besos! 
Solo, solo, solo, 
lejos, lejos, lejos... 
Como una humareda, 
como un pensamiento... 
Como esa persona 
extraña que vemos 
cruzar por las calles 
oscuras de un sueño.

                           Manuel Machado

viernes, 2 de enero de 2015

ARS MORIENDI


                 I

Morir es... Una flor hay, en el sueño 
—que, al despertar, no está ya en nuestras manos—, 
de aromas y colores imposibles... 
Y un día sin aurora la cortamos.

                        II

      Dichoso es el que olvida 
      el porqué del viaje 
      y, en la estrella, en la flor, en el celaje, 
      deja su alma prendida.

                        III

        Y yo había dicho: «¡Vive!» 
        Es decir: ama y besa, 
        escucha, mira, toca, 
        embriágate y sueña...

        Y ahora suspiro: «¡Muérete!» 
        Es decir: calla, ciega, 
        abstente, para, olvida, 
        resígnate... y espera.

                        IV

        Era un agua que se secó, 
        un aroma que se esfumó, 
        una lumbre que se apagó...

        Y ya es sólo la aridez, 
        la insipidez, 
        la hez...

                        V

La Vida se aparece como un sueño 
en nuestra infancia... Luego despertamos 
a verla, y caminamos 
el encanto buscándole risueño 
que primero soñamos; 
... y, como no lo hallamos, 
buscándolo seguimos, 
hasta que para siempre nos dormimos.

                        VI

¡Y Ella viene siempre!  Desde que nacemos, 
su paso, lejano o próximo, huella 
el mismo sendero por donde corremos 
hasta dar con Ella.

                        VII

Lleno estoy de sospechas de verdades 
que no me sirven ya para la vida, 
pero que me preparan dulcemente 
a bien morir...

                        VIII

Mi pensamiento, como un sol ardiente, 
ha cegado mi espíritu y secado 
mi corazón ...

                        IX

El cuerpo joven, pero el alma helada, 
sé que voy a morir, porque no amo 
ya nada.


jueves, 1 de enero de 2015

SOLEDADES


 Árboles, plantas —¡mi campo!—,
con vuestro secreto inmenso,
de magníficas latencias
y de implicaciones lleno,
acudidme, habladme.  Dadme,
aguas, vuestro limpio espejo
para que yo al fin me vea,
que he vivido siempre huyendo
de mí mismo, y ya no sé
lo que soy ni lo que quiero!...

  Ayudad a que me encuentre,
que me he perdido, disperso
en la vida de los otros,
sin vivir... Dadme mi cuerpo,
que gasté en brazos de tantas
que no amé.  Mis pobres nervios,
al placer y los dolores
de los demás siempre tensos...

  Mis manos, que acariciaron
con afán todo lo bello,
sin hacer jamás su presa...

  Mis pies, que al azar corrieron
por travesías sin rumbo
y callejas de un momento...

  Pero dadme antes mi alma,
que hasta aquí fue sólo un eco
de otras almas, ebria siempre
de músicas y de besos.

  Decidme quién soy, estrellas,
y a cuál de vosotras puedo
llamar mía... Descifrad
vuestra eterna queja, vientos
y tú, luna, a cuya luz
prestada endeché mis versos.

  Decidme, en fin, la verdad;
decidme. Pero ¿qué espero?

  ¡Si por no estar nunca solo
vuestras soledades pueblo,
e, insaciable de palabras,
que habléis aún vosotros sueño!