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martes, 5 de junio de 2012

A Paula




Un día me verás, en la distancia
de los años ya idos, como siempre
sentado en mi escritorio o dedicado
a comentarte cosas. A mi lado
también te verás tú, perenne niña
de avizorados ojos sonrientes.
Pero no seré yo, ni tu mirada
tendrá el calor de antaño: serás vieja
y, en torno a ti, otros niños de insondables
miradas jugarán y será alegre,
y habrá melancolía en tu mirada,
y el tiempo habrá borrado estos momentos
en que escribo un poema y me preguntas
¿juegas al ajedrez? —Estoy llorando
porque sé que esto es cierto y, algún día,
querrás jugar —¿con quién?— inútilmente.

Los caracoles



Poetas: caracoles del viento.
En los del mar se oye el fragor marino.
En vosotros se oye el pensamiento.

Un unísono canto levantino
son las fuerzas del bien cuando el acento
del buen amor dirige su camino.

O cuando por perífrasis su aumento
depende las luchas del destino
que da flores de luz sólo un momento.

Poetas: caracoles en un cuento
que me contó de niño un peregrino.
¡Mi corazón se muere de contento!