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domingo, 6 de noviembre de 2011

Infancia







Se llevaron las rejas del balcón
desde donde la casa se avistaba.
Las rejas de plata.

Se llevaron la sombra de los limoneros
por donde rodaban arcos de música
y hormigas rojizas.

Se llevaron la casa de verde tejado
con sus grutas de conchas
y sus vitrales de flores empañadas.

Se llevaron a la dama de viejo piano
que tocaba, tocaba, tocaba
la pálida sonata.

Se llevaron los párpados de antiguos sueños,
y dejaron solamente la memoria
y las actuales lágrimas.




El amor de mis amores





¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti, ¡dulce amor mío!,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?...
... ... ... ... ...

Aquí tu barca está sobre la arena;
desierta miro la extensión marina;
te llamo sin cesar con tu bocina,
y no pareces a calmar mi pena.

Aquí estoy en la barca triste y sola,
aguardando a mi amado noche y día;
llega a mis pies la espuma de la ola,
y huye otra vez, cual la esperanza mía.

¡Blanca y ligera espuma transparente,
ilusión, esperanza, desvarío,
como hielas mis pies con tu rocío
el desencanto hiela nuestra mente!

Tampoco es en el mar adonde él mora;
ni en la tierra ni en el mar mi amor existe.
¡Ay!, dime si en la tierra te escondiste,
o si dentro del mar estás ahora.

Porque es mucho dolor que siempre ignores
que yo te quiero ver, que yo te llamo,
sólo para decirte que te amo,
que eres siempre el amor de mis amores.
... ... ... ... ...





  





Retorno


He conocido las voces
que me llamaban antes de nacer,
por el sobresalto que he sentido
pienso que ya es la hora.

Éste es mi primer viaje
y me ha parecido tan breve.
Guardián de esta miserable estancia
acércate y observa,
árboles, madrugadas y vasijas
todo está en su sitio.

Pero ya el arcángel inalterable
anuncia la partida.

He reconocido las voces
antiquísima letanía que quise olvidar
mientras defendía el territorio
de mis sueños, patrimonio
herencia que no he solicitado.

Envejecieron los amigos
y cada cual se fue con su equipaje
y su sombra.

Ahora comprendo la paciencia,
los gestos, las costumbres.
Enhebrando pasiones, oráculos,
espera y muerte
se nos iba la vida.
Nada era suficiente,
nunca llegaba el definitivo momento
todo era un mientras tanto proyectado.

Y de súbito, tan pronto, el retorno.

Me parece imposible,
me asomo buscando algo
para retener la partida, pero mis cosas no tienen sentido
y ya mi tiempo
es un deshabitado calendario.

El barco del retorno ha llegado.

El mascarón de proa es una figura conocida
y su rostro se parece a mi rostro.