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lunes, 15 de agosto de 2011

REVERDECER



          Estabas esperando, tierra mía, la lluvia
  que te reverdeciera.

  Fuiste amarilleándote, secándote,
  hasta no entender nada y enterrarte en ti misma.

  Hoy llueve y llueve y llueve, y hoy verdean
  las hierbas que un aliento de viento suave mueve.

  Y hoy quiero, tierra mía, reverdecer contigo,
  y como tú asomarme por fuera de mí mismo!

       

                       
                                          

PLAYAS



Playas, caprichos del Océano,

Formadas por millones de bailes.
Bailes del mar, arremetiendo en las rocas,
Deshaciendo en diminutas semillas,
Las piedras, formando pepitas de oro.

Frescura y bravura del agua,
Verde-azulada como ninguna.
La arena tiene el color intenso,
Del universo siempre en movimiento.

  
Playas surferas por excelencia,
Donde jóvenes indomables
Desafían con su juventud y violencia,
Las más lejanas leyendas con su esencia.

Mar abierto y gran oleaje,
Preferidas por los rebeldes,
Donde arriesgan la vida,
Al compás de las olas y
Con un inmenso coraje.

  Fauna y flora atractiva,
Que moráis en las rocas y los cantiles,
Verdes espectaculares,
Con tonos más grises.  

Playas abrigadas y protegidas,
De los peligros del mar abierto,
Islotes que aparecéis cuando el agua se retira,
Al cobijo de su Océano
Al compás del vaivén de los vientos.

Dunas, marismas y humedales,
Soportáis todos los vendavales,
Para que desde inmemoriales tiempos,
Os guardéis millones de historiales.

Fina arena de color dorado,
Que os adentráis en las calas,
Donde corazones cansados y hambrientos,
Se cobijan y protegen de los vientos.

LA MALETA

Ya tengo la maleta,
una maleta grande, de madera:
la que mi abuelo se llevó a La Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa
casi nueva.
La tengo ya cerrada y rodeándola
un hilo de pitera.
Ha servido de todo. Como banco
de viajar en cubierta,
y como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé dónde voy a echar raíces.
Ya las eché en la aldea.
Dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de la vieja...
- La hostelería es buena, me dijeron.
Y cogí la bandeja.-
Si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa...
Yo por vivir entre los míos hago
lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza...
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quién los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco,
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado.
Aquí nací, de aquí nadie me echa.
(Hasta que el otro día lo he sabido,
y he hecho de nuevo la maleta.)
He sabido que pronto van a venir de afuera
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias...
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte, y nuestra muerte,
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi partecojo la maleta.
La maleta que el viejo
se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas,
¡Qué valientes barquillas atuneras!
Tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan.
Vayan a donde vayan siempre avanzan.
¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela!
Y yo...voy a marcharme, reculando.
Voy a dejar que crezca
sobre esta tierra mía
toda la mala hierba.
Voy a volver la espalda al forastero
que vendrá con sus máquinas de guerra
para ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias...
Pensándolo mejor, voy a sacarde la vieja maleta
el libro, la escudilla, la camisa,
la batea,voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva.
Y con ella vacíame acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte
que llegue a pisar tierra
se la regalo, para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva.
¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria!
Ellos, ellos,que cojan ellos la maleta.
Los invasores de la paz canaria
que cojan la maleta.
Los que venden la tierra que no es suya
que cojan la maleta.
Los que ponen la muerte en el futuro
que cojan la maleta¡
Que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta!